El riesgo del arte

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Hace unos días tuve la satisfacción y curiosidad de asistir a una puesta en escena de LA SORTIJA, concretamente de la obra: “Pirulos en busca de la luna”. Digo satisfacción, porque la pase muy bien y curiosidad porque son oportunidades que tengo para descubrir aspectos del arte que al día de hoy, me deslumbran y permiten encontrar elementos que enriquecen el arte.


Me senté estrategicamente, de modo de atender al escenario, pero no perder de vista al publico, en su mayoría chicos; en estos dos elementos disfrutaba mi atención, ver como se desarrollaban los actores y como penetraba todo esto en los participantes, al fin y al cabo, ambos de complementan y necesitan.


Al pensar esto, recordaba y confirmaba: para que un evento de teatro resulte exitoso se deberán cumplir -así se viene cumpliendo a través de la historia- algunos pasos, sin ellos no queda satisfacción en ninguno de los participantes. Lejos estamos aquí de referirnos a cuestiones que tengan que ver con el marketing, la publicidad o la venta en boleteria. Estos son solo cuestiones que dejan satisfechos a los mercaderes, es decir unos actores necesarios, aunque secundarios, para que una obra y sus actores queden en la historia, es decir, la conciencia colectiva los recuerde como algo que sirvió a la cultura.


Volviendo a nuestra historia, los aspectos básicos y necesarios son: apertura de quienes participan, esto significa estar abierto a “lo que pueda suceder”, libres de prejuicios y a dejarse llevar por las sorpresas. En mi caso, que conocía la obra, estaba dispuesto a la observación: detalles, sonidos, desarrollo y comportamiento del publico, en esencia los chicos.


Se apagaron los celulares, igual las luces generales y comenzo la obra. Aparecieron los actores y mágicamente los demás protagonistas de la obra, para un publico abierto y creativo: los elementos, títeres, dibujos y maquetas, se fueron convirtiendo muy de a poco en un conjunto de actores (personas y elementos) ahora si sin forma de diferenciar realidad de fantasía.


A esta altura sucedió lo deseado, la intima satisfacción de quienes pensaron en el publico como objetivo esencial de una obra. Un grupo de chicos, al principio los mas atrevidos y luego un gran grupo, se desprendieron de sus madres y se deslizaron al borde del escenario. Al comienzo fue un contagio, guiado por los lideres, lo revoltosos siempre dispuestos. Apenas los personajes, la música y las acciones del escenario comenzaron a atraerlos, los revoltosos empezaron a quedarse sin “publico” de su cotidiano imán de lideres del grupo. Sus compañeros, hasta ahora pasivos, los hicieron callar, con tal contundencia, que nuestros pequeños lideres aceptaron: el hecho cultural estaba sucediendo mas allá de ellos, en el escenario. Aceptaron, comprendieron y producto de mi observación: compruebo una vez mas que la capacidad de adaptación de los chicos es muy rápida, todo consiste en activar su capacidad creativa y todo sucede con un rápido reacomodo de sus roles, el arte convierte rápido a opacos en brillantes creativos y supuestamente “vivos” en ávidos de aprender.


Los “pirulos” habían conseguido atraerlos y sorprenderlos, de modo que fue entretenida mi observación, ver como la lectura de sus caras y cuerpos eran un reflejo esperado y deseado por cualquier actor sobre el escenario. Concentrados, riendo, sonriendo y bailando. Los actores tenían preparado un abanico de situaciones, invitando a un lenguaje cargado de sorpresas.


En síntesis y llevando esta lectura al arte en general, es imposible pensar en un acto creativo, sin el condimento sorpresa de por medio, invitar a descubrir, a repensar, a no quedarse con una simple lectura, recrear lo observado. Para esto el artista pone todo su esfuerzo, diría que a veces el artista discurre a cada momento en ver la forma de dejarle al observador espacio para que complete la creación.


Creo en el fondo que todo artista pretende quedarse con la idea, que quien observa su obra, busca completarla con su aporte personal. De allí las pinturas abstractas y no-figurativas, las obras literarias que invitan a reflexionar y hacer re-escrituras. Los chicos descubren que pueden recrear personajes, imitarlos o descubrirles posibilidades, así como sucede en todos sus juegos.


Lamentablemente al hacernos adultos, es mas cómodo y el sistema nos impulsa a que amortigüemos la creación y busquemos caminos fáciles y poco creativos. Al pintar, copiaremos, de ese modo cumpliremos con lo “esperable” de nosotros y la comodidad de no equivocarnos; al crear música algunos copiaremos compases, los “pequeños lideres” lo seguirán siendo (pequeños) ya que estar abiertos a la creación nos abrirá horizontes a pesar de ser riesgoso, porque en definitiva crear es un riesgo y por suerte los chicos, siempre están dispuestos a correrlo.

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